Un año más para la memoria, el recuerdo y la esperanza de todo un pueblo

14.04.2013 13:22

 

Hace unos días, a pocas fechas de la celebración de su fiesta por la libertad y el fin de la esclavitud en el Antiguo Egipto, el pueblo judío, conmemoró Yom HaShoá, el día dedicado a la memoria y el recuerdo de los cerca de 6 millones de víctimas inocentes asesinadas por el terror nazi antes y en el transcurso de la II Guerra Mundial.

Una vez más se está ante unas fechas que evocan el recuerdo por el sufrimiento de todo un pueblo, de toda una Nación. Pero en estas fechas, no hay que dejar de recordar que, además, también se evoca Yom HaGuevurá, es decir, el Día del Heroísmo «aquel que tiñó de vida tantísimos actos, pequeñas y enormes gestas, que dotaron de un fresco hálito vital a una época exánime», en palabras extraídas de la web morim-madrijim.org.

Entre el 27 Nissan y el 5 Iyar en el que se celebra Yom HaAzmaut o Día de la Independencia del Estado de Israel hay otra fecha no menos importante y de gran valor ético y humano: el 4 de Iyar que este año corresponde al 15 de abril del calendario civil.

En ese día, el pueblo judío –en especial sus Fuerzas Armadas-, observa el Yom HaZikarón, el Día en el que se recuerda a todos los Caídos en la defensa de la Patria o a quienes han sido Víctimas de ataques terroristas.

Y es que estas fechas son consecuencia las unas de las otras. La resistencia judía en el levantamiento del gueto de Varsovia -del que ya os he escrito en alguna que otra ocasión- vino determinada como respuesta lógica a la persecución y martirio al que los nazis sometieron a todo el pueblo judío en las zonas que ocuparon anteriormente a la contienda bélica mundial y hasta la caída de Berlín en mayo de 1945. La Independencia del Estado de Israel se consiguió gracias al tesón de miles de hombres y mujeres que entregaron sus vidas y su sangre en pos de la recuperación de una tierra, Eretz Israel, de la que jamás debieron ser despojados.

Extraigo de nuevo un párrafo de la citada web que me parece muy acertado y donde se revela la verdadera magnitud del sentimiento de un pueblo hacia sus héroes:

«En tiempos en los que muchos, desde diversas culturas, abogan en favor de dejar atrás viejas heridas, o incluso negarlas. En momentos en los que se alzan voces que prefieren apostar a un futuro más limpio, pero vaciado de un pasado que carcome la conciencia y lastima, el Estado de Israel vuelve a poner una vez más el foco en el valor de la memoria como eje constitutivo del entramado central de una nación. Es menester festejar autonomías y libertades que prevean mañanas más prósperos, sólo si se ha rendido el debido homenaje a aquellos que dieron su sino para ese trayecto.

Yom HaZikarón no es la antesala de Yom HaAtzmaut. Es lo que le da a la independencia su valor más exacto: el de la vida misma.»

Sobre la Shoá

De la educación sobre el Holocausto el profesor Yehudá Bauer sabe mucho. Es quizás el erudito más importante y con mayor fama mundial de los muchos que hoy en día se autoproclaman como tales. En un magnífico artículo, el profesor Bauer, analiza esa etapa bárbara que significó un antes y un después en el devenir de la Historia de la Humanidad: el Holocausto nazi. En ese análisis da respuesta a tres preguntas fundamentales: ¿Por qué es necesario enseñar sobre el Holocausto? ¿Qué se debe de enseñar? ¿Cómo debe ser enseñado?

El él nos presenta la situación que derivó en tan atroz crimen de la siguiente forma:

«El genocidio del pueblo judío perpetrado por la Alemania nazi y sus colaboradores, que comúnmente, e incorrectamente, llamamos Holocausto, es la forma más extrema de genocidio realizada hasta hoy. No es el sufrimiento de las víctimas lo que hace que sea el caso más extremo: el sufrimiento no tiene gradaciones, y los judíos no sufrieron ni más ni menos que otras víctimas de otros genocidios. Tampoco es debido a la cantidad total de víctimas –quizá 5,7 o 5,8 millones– ni al porcentaje de judíos asesinados sobre el total de judíos en el mundo en ese momento: unos 17 millones. En el genocidio armenio, quizá 1 millón de armenios o más fueron asesinados o murieron como consecuencia de las atrocidades de los turcos, es decir, más de un tercio de los armenios que vivían en Turquía. Entre 800.000 y 1 millón de tutsis fueron asesinados en Ruanda en 1994, y esa cifra representa el 90 por ciento de los tutsis que vivían en Ruanda en ese momento. Y en China, el Gran Salto Adelante, que constituyó un politicidio –el exterminio deliberado por motivos políticos, sociales o económicos– tuvo muchas más víctimas que el Holocausto.

No, el Holocausto es único por otros motivos: por primera vez en la historia, el objetivo era asesinar a cada una de las personas que los perpetradores consideraban que pertenecía al grupo designado, en este caso los judíos, por el “crimen” de haber nacido. Por primera vez en la historia, el objetivo era implementar este plan donde fuera que los alemanes se alzaran con el poder: finalmente, en todo el planeta. Por primera vez en la historia, la motivación tenía muy poco –o nada– que ver con factores económicos o sociales; era puramente ideológica, y la ideología no tenía ningún fundamento en la realidad. Estas atrocidades ocurrieron en el contexto de una guerra que la Alemania nazi inició por motivos que, repito, no tenían mucho que ver con realidades económicas o sociales o políticas. La Alemania nazi inició la guerra para conseguir más Lebensraum, “espacio vital”, pero no tenía necesidad de territorio adicional porque podía obtener las materias primas y los productos agrícolas necesarios mediante el comercio, y no necesitaba más superficie para sus campesinos porque en realidad no sobraba el trabajo en las áreas rurales alemanas. Actualmente Alemania es un país más pequeño y con mayor población que en ese entonces, y es un país próspero»…

Nota: Si alguno de vosotros o vosotras quiere leerlo en toda su extensión –y vale la pena hacerlo, creedme- no tiene más que clicar aquí para seguir leyendo más.

Sobre el retorno a Tzión, Eretz Israel

Desde que en el año 135 de la EC, Adriano, emperador de la Roma de entonces, sofocara la rebelión contra el Imperio dirigida por Bar Kojba y avalada por la autoridad y sabiduría del rabí Akiva, hasta el año 1948 en el que el pueblo de Israel recupera la tierra de sus ancestros muchas son las cosas que ocurrieron en la Diáspora.

Adriano no se conformó con destruir de forma casi definitiva la Ciudad Santa de Jerusalén y de sembrar sus campos con sal para convertirlos en yermos y negar así el pan a quienes habitaban aquellas tierras. No solamente asoló las zonas más significativas y representativas de Jerusalén edificando en su lugar templos paganos, anfiteatros y otras construcciones típicas de la época. No, Adriano quería acabar con la existencia misma de todo un pueblo y, sobre todo, con su recuerdo y su memoria.

Cambió el nombre de la ciudad por el de Ælia Capitolina y el de Judea por el de provincia Sirio-palestina poniéndola bajo el yugo  de su procónsul (gobernador imperial) en la región. Expulsó a todos los judíos de la ciudad -si bien les permitió establecerse en Samaria o Galilea-, y lanzó un edicto amenazando con la pena capital a aquellos judíos que intentaran volver a ocupar sus tierras en Jerusalén. Así daba comienzo la Gran Diáspora en la que los judíos volvían, una vez más, a un exilio forzado en tierras lejanas y, en ocasiones, inhóspitas.

El simple -o no tan simple-, hecho de que el emperador Adriano diera el nombre de Palestina a la región ponía de relieve cuales eran las verdaderas intenciones de Roma con respecto a los judíos.  Bautizar a la región con el nombre -del entonces ya extinguido pueblo de los filisteos (philistii, en latín)- a sabiendas que habían sido los más encarnizados enemigos de Israel en tiempo de los Reyes era algo más que una provocación, era la demostración del deseo de Roma de terminar con las evocaciones históricas de un pueblo milenario.

En tales circunstancias, muchos judíos se establecieron en las prósperas costas mediterráneas donde ya existían -desde tiempos del gran rey Salomón- diversas kehilot (comunidades) judías. Así fue como una gran parte de ellos llegaron a establecerse durante generaciones en la Hispania romana de entonces a la que ellos llamaban Sefarad.

Y ahí vivieron durante más de trece siglos hasta la promulgación del triste y vergonzoso “Decreto de Expulsión” en el año 1492 –del que también os he escrito en varias ocasiones-, dictado por los Reyes Católicos.

Pero esos más de trece siglos no fueron todo lo pacíficos que algunos pudieran imaginarse. No. Durante esos trece siglos y medio hubo persecuciones y matanzas perpetradas contra el Pueblo Elegido. La dominación árabe de la Península y las Cruzadas en Tierra Santa vinieron a resucitar el odio atávico que los cristianos sentían por el mal llamado pueblo deicida.

Una realidad se hizo palpable en aquellos tiempos: los judíos de la diáspora siempre anhelaron regresar a Israel. Por ejemplo, en 1141 el sefardí Yehudá HaLevi realizó un llamamiento a los judíos para regresar a Eretz Israel, efectuando él mismo el regreso a Sion, donde encontró la muerte. Un siglo después, el rabino español Najmánides emigró a Jerusalén y desde entonces se mantuvo una presencia constante de judíos, especialmente en Jerusalén. Oleadas migratorias tuvieron lugar, por ejemplo, en el periodo 1209-1211. Fue también famosa la «Aliyah de los rabinos de Francia e Inglaterra» hacia Acre en 1258 y 1266. En 1260 Jehiel de París emigró a Acre junto a su hijo y un numeroso grupo de seguidores.

A finales del siglo XIV unos trágicos sucesos ocurridos en Sevilla fueron la antesala de la creación de la Inquisición por parte de una bula papal. Pero que nadie crea que la Inquisición fue obra exclusiva de unos reyes españoles y católicos. No, la Inquisición existía ya en Europa desde casi cien años antes siendo su origen la cruzada papal contra los cristianos albigenses o cátaros en el sur de Francia. Como tampoco fueron esos mismos reyes los primeros en expulsar a los judíos de sus territorios, mucho antes ingleses y alemanes ya habían expulsado de sus tierras a los judíos que en ellas moraban desde muchas generaciones atrás.

Tampoco se puede decir que el antisemitismo fuese un dogma católico pues si el catolicismo persiguió con saña a los judíos también lo hicieron los seguidores reformistas de Lutero o de Calvino. Fue el propio Lutero quien, en 1543, publicó un panfleto al que le dio el título de «El Judío y sus mentiras» (el enlace es por si alguien lo quiere leer, yo no lo recomiendo ¡es vomitivo!), que posiblemente inspirara -cientos de años más tarde- a Adolf Hitler en esa especie de folletín al que puso el nombre de «Mein Kampf» o a Henry Ford en su no menos panfletario libelo «El judío internacional».

En fin, el único denominador común fue la persecución sistemática y el ánimo de exterminar a un pueblo que cada vez se tuvo que encerrar más en sí mismo si lo que pretendía era sobrevivir a la saña con la que eran acechados por parte de sus enemigos. Ese odio de los protestantes hacia los judíos fue lo que motivó que, en el año 1535, el sefardí Yosef Caro emigrara a la gran comunidad judía de Safed y fundara una importante comunidad que perdura hoy en día.

Todo ello motivó que a partir del siglo de las Luces, el XVIII, en plena era de la Ilustración, grandes pensadores judíos empezaran a pergeñar la forma de mantener sus tradiciones y sus creencias a salvo de los ataques y las iras de sus enemigos. Pequeñas olas migratorias judías tuvieron lugar durante el siglo XVIII, como la de Menahem Mendel de Vitebsk y 300 de sus seguidores, Judah he-Hasid y alrededor de 1.000 discípulos y más de 500 discípulos de Gaón de Vilna conocidos como Perushim. Oleadas de estudiantes rabínicos inmigraron en 1808-1809, asentándose en Tiberíades, Safed y después en Jerusalén. En 1860, la antigua comunidad judía de Jerusalén comenzó a construir barrios de viviendas fuera de los muros de la Ciudad Vieja. En 1878, se fundó el primer asentamiento agrícola moderno en Petaj Tikvá.

Sobre el sionismo

Dentro de esa filosofía de autoprotección, a finales del siglo XIX nació un nuevo movimiento político de la mano de Theodor Herzl quien -inspirado en las doctrinas y teorías emancipadoras de los pensamientos de Moses Hess en su libro «Roma y Jerusalén», publicado en 1860, y las del médico judío ruso Leo Pinsker en su obra «Autoemancipación» publicada en 1882-, plasmó en su libro «Der Judenstaat» (El Estado Judío, Berlín y Viena, 1896) la concepción de una nueva corriente política conocida hoy como: sionismo.

A principios del siglo XX la situación de los judíos en Europa se hacía cada vez más lacerante e insostenible. En estas circunstancias y debido al gran clima de terror imperante en la Rusia zarista muchos judíos tuvieron que huir de los pogromos realizados por la policía secreta del Zar sobre todo a raíz de la publicación del libelo «Los protocolos de los sabios de Sión»-. Miles de ellos emigraron, junto a sus familias, hacia el territorio árabe-palestino -entonces en poder del imperio otomano- y, después de comprar las tierras, se establecieron en las zonas rurales más pobres y áridas de la región donde con esfuerzo y tenacidad comenzaron a convertirlas en productivas explotaciones agrarias siendo su extensión, entonces, no superior al 6 por ciento del total del terreno.

El resto ya lo sabéis, I Guerra Mundial, derrota de Turquía en la guerra, ocupación -bajo Mandato de la Gran Bretaña con el auspicio de la Sociedad de las Naciones- de la regiones conocidas como Palestina y Transjordania en el Oriente Próximo donde no existían naciones ni fronteras pre-establecidas siendo habitadas por tribus nómadas que unificó Thomas Edward Lawrence, más conocido como Lawrence de Arabia, el caso Dreyfus en Francia, Declaración Balfour por la que se consideró la idoneidad de crear un Hogar Judío en ese territorio después de descartar los proyectos de Argentina o Uganda, Independencia de Israel o recuperación de sus derechos históricos sobre la zona que es tal y como yo lo veo, Primera guerra árabe, etc., etc., etc.

En ese lapsus de tiempo transcurrido desde la primera Aliyah en 1882 hasta la recuperación de Eretz Israel por parte de los judíos muchas fueron las agresiones que los colonos sufrieron de manos de grupos árabes fanatizados que no admitían que pudieran comprar las mismas tierras que ellos -o los cristianos- les vendían.

Entre 1916 y 1929, se sucedieron varios ataques por parte de los árabes contra las comunidades judías y cristianas residentes y contra los peregrinos de Tierra Santa. Los más importantes fueron los de 1920 y los de 1929 en Safed y Hebrón donde tuvo lugar una cruel matanza. Ya antes de 1919 los cristianos habían sido acosados por los árabes, furiosos por la venta de terrenos de la parte cristiana de Jerusalén a compradores judíos.

En 1920 los ataques árabes se encontraron con la sorpresiva respuesta, no de los británicos que ignoraron las intenciones de los árabes de atacar a la comunidad judía, sino de los grupos de defensa judíos fundados, entre otros, por Ze'ev Jabotinsky. Fue en ese año cuando nació Haganá (la Defensa, en español).

Muchos de los ataques contra los judíos fueron promovidos por el Gran Mufti de Jerusalén Amin al-Husayni. Al-Husayni, judeofobo militante y principal líder árabe-palestino durante décadas, se convertiría años después en el principal aliado árabe del III Reich.

¡Israel vive y existe!

Todos estos recuerdos que ya forman parte de la tradición de un pueblo han de ser transmitidos de generación en generación para que jamás caigan en el olvido de la memoria colectiva de las naciones. Que el mundo sepa que Israel existe y vive y que a pesar de los sufrimientos y de las vicisitudes por las que ha tenido que atravesar a lo largo de su dilatada historia, los hombres y las mujeres de Israel seguirán luchando por su tierra y por sus tradiciones.

Theodor Herzl, como ideólogo político del sionismo; Ber Borojov, desde su concepción sindicalista y socialista del trabajo; Ze’ev Jabotinsky, incansable luchador –junto a muchos otros- en la defensa de su patria; Golda Meir, mujer reflexiva con una excepcional visión de estadista; y, Ajad Ha’am desde el concepto más espiritual y jasídico del sionismo, fueron quienes -entre otros muchos más cuya lista se haría interminable- lucharon según su manera de entender la realidad que les rodeaba, por el establecimiento de un Estado fuerte, Medinat Israel, el Israel que en pocos días celebrará el 64º aniversario de su constitución como estado democrático, laico, libre y soberano.

Por ellos y por todos aquellos que lucharon hasta conseguir hacer realidad un sueño, una esperanza y para que la sangre de quienes dejaron su vida en el empeño no haya sido estéril, una simple promesa: Eretz Tzión siempre será judía o no será.

 

JAG HAAZMAUT SAMÉAJ!

 

Jaime Bel Ventura - YaakovBcn

Bahía Blanca - Argentina, 4 Iyar 5773 (14 de abril de 2013)